Bienaventurado San Felipe Neri,
santo
patrono de la alegría,
tú que
confiaste en la promesa
de las
Santas Escrituras,
de que
el Señor está siempre al alcance de todos
y que no
necesitamos tener ansiedad por nada,
en tu
compasión y gran bondad:
sana
nuestras preocupaciones y tristezas
y
levanta las cargas de nuestros corazones.
Venimos
a ti con un corazón lleno
de
abundante amor a Dios
y toda
la creación.
En nuestro pesar, te rogamos,
sobre
todo por esta necesidad
(hacer
la petición).
San
Felipe bondadoso protégenos
por
medio de tu intercesión amorosa,
y que el
gozo del Espíritu Santo
que
llenó tu corazón,
transforme nuestras vidas
y nos
conceda la paz.
Te lo rogamos por Jesucristo nuestro Señor,
por su amada Madre la Virgen María
y por los dones del Espíritu Santo.
Amén.
Rezar La salve, el Credo y Gloria.
Hacer la oración y los rezos durante siete días consecutivos.
San Felipe Neri (Florencia
1515-1595).
Llamado el “Santo de la Alegría”,
“Santo Padre de la Bondad” “Santo Padre de la Ayuda”, fundó la Congregación del
Oratorio (padres Oratorianos o Filipenses), para instruir a niños y jóvenes. Tenía
el don de la profecía, de la sanación, de las lagrimas y el de hacer milagros,
tuvo experiencias de éxtasis y levitación y obraba numerosos prodigios. A los
26 años renunció a la fortuna que su tío le iba a dejar en herencia y se fue a
Roma como vagabundo, tan solo con la ropa que llevaba puesta, allí dio clases a
niños a cambio de comida y un camastro. Durante tres años fue educado por los
Dominicos donde estudio filosofía y teología. A los 34 su confesor le animo a
hacerse sacerdote. Amigo y confesor de San Ignacio y de San Francisco de Sales,
era muy conocido en Roma por su bondad y su carácter siempre alegre, decía que
la alegría es necesaria y una fuerza vital en la vida. Se dedicó a confesar
(tenía el poder de leer el estado del alma de sus penitentes), asistir
enfermos, visitar cárceles y a atender a peregrinos y pobres, siempre con gran alegría
pues pensaba que aunque no suprimía el sufrimiento, lo aliviaba y lo transformaba.
Predicando la vida de los santos y con la Adoración a la Eucaristía, consiguió
numerosas conversiones. Los últimos años de su vida los dedico a ser director
espiritual, con el don de saber aconsejar muy bien y aunque estaba débil de
salud, por su habitación pasaron desde cardenales hasta mendigos,
a los que daba
paz y alegría.
“Vivir alegres es
transpirar paz, serenidad, confianza. Es no dejarse vencer por las
circunstancias, el infortunio, el dolor o la fragilidad de las cosas. La
alegría nos viene cuando nos damos a los demás y seguimos a Jesucristo”.
“La alegría
conquistará el mundo”.
Patrón de maestros y educadores, de las asociaciones
para la protección infantil, de los catequistas, de los humoristas, de los
niños y jóvenes. Protector de las personas con depresión, de las que se sienten
solas y abandonadas, de las que no tienen amor, de las que están tristes y
desesperadas, de las que quieren tener una buena muerte, de las enfermedades de las articulaciones, de los terremotos. Se
le invoca para aliviar sufrimientos y desesperaciones, para encontrar la alegría
y el amor, para aliviar las necesidades y para todo tipo de peticiones pues es muy milagroso.
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