Oh Milagrosa Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra,
prosternados a vuestras plantas
os encomendamos nuestros corazones,
nuestros afectos, nuestros intereses,
la salud de nuestros cuerpos,
la salvación de nuestras almas,
la paz de nuestras familias
y el bienestar de nuestro pueblo.
Gloriosa Virgen María,
ante ti nos presentamos para suplicarte
que atiendas nuestras necesidades,
en estos tiempos difíciles,
que vivimos agobiados y acuciados por ellas.