Oh! Glorioso Príncipe San Miguel,
jefe y conductor de los Ejércitos Celestiales,
depositario de las almas,
vencedor de los espíritus rebeldes,
servidor de la real casa de Dios,
nuestro guía admirable después de Jesucristo,
cuya excelencia y virtud son sobrehumanas,
dignaos librarnos de todos los males,
a todos los que acudimos a Vos
con una entera confianza,
haced que, por medio
y con el auxilio de vuestra incomparable protección,
sirvamos siempre fielmente a nuestro Dios,
y adelantemos cada día más en su servicio.
V. Rogad por nosotros, bienaventurado San Miguel,
Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que podamos ser hallados
dignos de sus promesas.
Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que podamos ser hallados
dignos de sus promesas.
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