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jueves, 17 de abril de 2014

ORACIONES PARA EL DÍA DE VIERNES SANTO

 
 
Por la mañana
 
Jesucristo se ha perdido;
la Virgen le va a buscar.
De huerto en huerto;
de rosal en rosal.
 
Debajo de un rosal blanco
un hortelano está.
Hortelanito dime la pura verdad!
Si a Jesús, El Nazareno,
por aquí viste pasar?
 
Sí, Señora que le he visto,
antes del gallo cantar!
Una cruz lleva en sus hombros,
que le hace arrodillar.
Una corona de espinas,
sus sienes traspasar.
Una soga atada a la garganta,
que de ella tirando va.
 
Entre judíos y judías,
bien acompañado va.
Caminemos Virgen Pura
por el Monte del Calvario.
 
Que por presto que lleguemos,
ya le habrán crucificado,
ya le atraviesan sus pies,
ya le clavan sus manos.
 
Ya le tiran la lanzada en su divino costado!
 
La sangre que derramara está en el Cáliz Sagrado.
El hombre que la bebiera,
será bien aventurado;
será Rey en este mundo,
y en el otro coronado;
será feliz mientras viva
y de toda mala infestación guardado.
 
El que esta oración dijera
todos los Viernes del Año,
sacará un alma de pena y la suya de el pecado,
quien la sabe y no la reza
quien la oye y no la aprende,
el día de el juicio sabrá
lo que esta oración contiene.


Viernes santo era en aquel día
en que estaba la Virgen María
con su libro de oro en las manos
la mitad rezaba y la mitad ofrecía.

 
Cuando llegó su hijo precioso y le dijo
que hacéis madre María?
duermes o velas?

No duermo ni velo
si no que antenoche tuve un sueño:
en el monte Calvario
estaban 3 cruces
y en la más alta te ví crucificado,
es cierto esto hijo precioso ?

Cierto es madre María
Viernes era viernes,
viernes era, por cierto,
cuando Jesús cargo
con una cruz acuestas
y una soga al cuello
que un judío le estiraba
y a cada estirón que le daba
Jesucristo se arrodillaba.

Las 3 Marías le lloraban,
una era la Virgen pura,
otra era la Magdalena
y otra era Martha su hermana,
la que más dolor pasaba.
 
La inocencia de la Verdad contrasta
con el escarnio recibido.
Es el día de la osadía,
del arranque y del vértigo.
 
El día de la verdad:
el momento de la entrega
se está produciendo en totalidad.
Cristo sale de sí mismo por completo.
Ahí está la Verdad desnuda, crucificada.
Regando amor, pero en forma de sangre
que se le escapa de sí mismo.
Es el sacrificio de su vida,
misterio del mayor amor.
 
Jesús se atardece...,
Jesús inclina la cabeza y muere.
 
Compasión, Tú, para nuestras vidas rotas.
Siervo, Tú, que entiendes el oficio,
Toda la belleza que hay en la vida,
Tú la ofreces al Padre desde la desnudez
y la fealdad de tu cuerpo destrozado
Y lo haces así porque estás convencido
de que tu mensaje de amor y justicia es posible
y que el proyecto de Dios sobre el mundo llegará.
 
Sucede como siempre:
mucha gente que habla, que grita,
que murmura; mucha gente que se esconde,
que nunca da la cara.
Voces en contra, pero ¿qué hablamos?,
¿qué gritamos?, ¿por qué nos escondemos?
Si recogiéramos todas las palabras
que hemos pronunciado en la vida,
¿se salvaría alguna? Y de los gritos ¿qué queda?
 
En cuánta inutilidad nos empleamos,
cuánto tiempo vivido sólo al nivel de los instintos.
Mientras tanto, los que sufren se han quedado sin voz,
 sin justicia, sin pan, sin defensor.
Dios, como el menor de los humanos,
muere en cruz fuera de la ciudad
para no contaminarla.
 
A las tres de la tarde
 
JESUS MUERE EN LA CRUZ
 
Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.
 
Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
 
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.
 
Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
 
Que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz;
 
De sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
 
Amén.
 
Cristo por nosotros
se sometió incluso a la muerte,
 y una muerte de cruz.
 
Diste tu vida por los hermanos:
enséñanos a amamos mutuamente
con un amor semejante al tuyo.
Soy como un inválido,
tengo mi cama entre los muertos,
como arrancado de tu mano.
 
Mirad y ved si hay dolor como el mío.
Así estás, mi Cristo,
como una oveja que ha perdido el camino,
como alguien que carga con crímenes
que no son suyos,
como un inválido golpeado.
Perseguido a muerte,
empujan su vida al sepulcro.
 
¿Quiénes? ¿Entre ellos estoy yo?
Dios parece que se esconde y que le abandona.
Es la hora del desamparo.
Pero Cristo confía en su Padre
y a sus manos se encomienda
como un desposeído de los muchos
que pueblan la tierra.
 
Como el mayor de los esclavos,
reclina su cabeza en la miseria
 de una muerte ignominiosa.
Dios sostiene la fortaleza de su Hijo.
 
Dios prepara la victoria:
el odio ha clavado a Cristo en la cruz;
el amor debe aliviar su dolor.
 
Cristo paciente, que cargado con nuestros pecados
subiste al lefio, nos dejaste un ejemplo
para que sigamos tus huellas.
A pesar de cómo te trataron,
nunca proferías amenaza alguna.
 
 Capacítanos para imitarte;
que vivamos para la justicia y que, como Tú,
nos pongamos en manos del que juzga justamente:
en las manos de Dios, padre y madre sin medida.
 
Que podamos ofrecerte
una vida sin mentira, sin fraude.
 
 Mantén, Señor, la unidad de la Iglesia,
protege a tu pueblo santo.
Congrega a los cristianos en la unidad.
Carga sobre tus hombros de Pastor
a quienes no creen en ti ni en tu Hijo Jesús;
ábreles los ojos y el corazón.
 
Guía los pensamientos y decisiones de los gobernantes
para que en el mundo haya paz.
Concede tu consuelo a los atribulados.
 
Por la noche
 
Este árbol de la cruz cuyo fruto humano eres Tú,
Cristo Jesús, reparó el daño
que el pecado causó en nosotros.
 
Cuando te vas, a esta hora de tu amarga muerte,
es el momento de decirte:
 
gracias por las Bienaventuranzas;
gracias por tu sangre derramada;
gracias por tu vida dada;
gracias por tu justicia,
gracias por tu paz,
tu amor inagotable hacia nosotros.
 
Es la hora de tu generosidad:
la de mostrarnos tu amor hasta el extremo;
 la hora de dar tu vida.
Es la hora del amor y de la generosidad,
porque sólo el amor salva.
Y con el amor la fraternidad, la justicia, la verdad
y el servicio se hacen efectivos.
El odio, nos lo dices desde la cruz aunque no hables,
el odio, la violencia, la injusticia llevan a la muerte.
Nos dices que si alguien quiere amar,
que lo haga como Tú nos amaste:
sin límites.
 
Que si alguien comprende lo que estás haciendo,
que no se encierre ya en sí mismo
sino que abra los brazos para estrechar al hermano.
 
El camino de la cruz ha llegado a su fin.
Todo queda terminado, consumado.
 Por eso, "reclinando la cabeza, entregó el Espíritu".
 
Ante este Cristo muerto quiero descubrir, vivir,
celebrar y experimentar que Dios es amor,
y que Él nos amó primero.
 
Ahora tengo razones para amar,
porque he sido testigo de que el amor existe,
de que el amor es verdad,
de que el amor es Dios que nos ha amado
sin excluir a nadie.
Me toca ahora amar a mí dándome,
haciéndome pequeño, perdonando,
poniendo la otra mejilla, que es lo contrario de pisar, humillar, herir, rechazar.
Porque ya está bien de despilfarrar vida,
de echar por tierra tanta capacidad
de ilusión y de bien.
 
Déjame que a tu lado ponga mi cruz, oh Cristo.
Deja que mi sangre se mezcle con la tuya.
Que nunca desde mi cruz blasfeme,
pensando que son estériles el dolor y la muerte
que me cosen a ella.
Que no malgaste mi dolor y mis horas.
Que descubra que tu muerte es mi vida.
 
 
 
 

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