“Soy un escudo para ti; tu recompensa será muy grande” (Gen 15, 1), dice el Señor a Abraham. Esta promesa del principio de la gran aventura de la fe, a lo largo de la historia de los creyentes, continúa verificándose. Contra los ataques del enemigo, tienes una coraza que te hace invencible; eres aliado del Señor, tu escudo. Y durante el combate recibes un salario incomparable: el amor de Dios, que es el generador de la alegría y de la paz. Por ello, libérate de todo miedo, excepto el del Señor, tu aliado, tu Creador.
ORACIÓN A LOS 7 ARCÁNGELES
Miguel, Miguel, Miguel,
Príncipe de los arcángeles,
de los corazones agradecidos de todos
brotan cantos de Alabanza.
Por tu Celestial Presencia
todos en la Tierra te adoran.
Miguel, Miguel, Miguel,
que los Ángeles de la Guarda
de tus legiones Celestiales vengan a liberar a todos.
Purifica, ilumina, manifiesta la gloria
de la perfección de la Luz que todos pueden Ser.
Jofiel y Chamuel,
Jofiel y Chamuel,
Gabriel y Rafael,
Uriel y Zadkiel
y poderosas Huestes de Luz.
Querubines y Serafines de los Reinos de Gloria
rasgad ahora el velo que ofusca nuestra visión humana.
Benditos Siete arcángeles,
Benditos Siete arcángeles,
pidiendo iluminación, invocamos vuestra presencia
en himnos de alabanzas a vosotros.
Mantenednos consagrados en el cumplimiento
del Plan de Dios para, con pureza,
ser vuestros ministros.
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