¡Oh Virgen naciente, esperanza y aurora de la
salvación para todo el mundo!, vuelve benigna tu mirada maternal hacia todos
nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias.
¡ Oh Virgen fiel, que fuiste siempre solícita y
dispuesta a recibir, conservar y meditar la Palabra de Dios!, haz que también
nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos
mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro preciado transmitido por
nuestros padres.
¡Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastas la
cabeza de la serpiente tentadora!, haz que cumplamos, día tras día, nuestras
promesas bautismales, con las que hemos renunciado a Satanás, a sus obras y
seducciones, y sepamos dar al mundo un gozoso testimonio de esperanza
cristiana.
¡ Oh Virgen clemente, que siempre has abierto
tu corazón maternal a las invocaciones de la humanidad, a veces lacerada por el
desamor y hasta, desgraciadamente, por el odio y la guerra! enséñanos a crecer,
todos juntos, según las enseñanzas de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para
ser dignos hijos del único Padre celestial.
Amén.
Amén.
SS Juan Pablo II
(Wadowice, Polonia, 18 mayo 1920-Ciudad del Vaticano, 2 de abril de 2005).
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