¡Oh glorioso san Nicolás
mi
especial protector!
desde aquella morada de luz,
en que
gozáis de la presencia divina,
volved
piadoso vuestros ojos hacia mí,
y
alcanzadme del Señor
aquellas
gracias y auxilios
convenientes a mis presentes necesidades,
tanto
espirituales como corporales,
en particular la gracia
(hacer
la petición),
y todos los bienes que me conduzcan
a mi
eterna salvación.
Proteged
también,
¡oh glorioso santo obispo!,
a
nuestro Sumo Pontífice,
a la
Iglesia santa y a esta devota ciudad.
Conducid
al camino recto de la salvación
a los
que viven sumidos en el pecado,
o
envueltos en las tinieblas de la ignorancia,
del
error y de la herejía.
Consolad
a los afligidos,
socorred
a los necesitados,
confortad a los débiles,
defended
a los oprimidos,
asistid
a los enfermos;
y haced por
fin que todos experimenten
los
efectos de vuestro poderoso patrocinio
para con
el Supremo Dispensador
de todos
los bienes.
Amén.
Rezar el Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
San Nicolás de Bari (Turquía,
alrededor del año 280).
Conocido también como san
Nicolás de Myra, nació en una familia rica y muy católica dedicada a las obras
de caridad, desde bebé hizo una vida de constante penitencia. Gran estudioso de
la Biblia y la fe católica desde los cinco años. Antes de ingresar en un
monasterio, regalo toda su fortuna a los pobres. Fue nombrado abad y después de
un viaje a Tierra Santa, obispo de Myra.
Patrón de los niños, de los
encarcelados, de los juicios injustos, para la liberación de los presos,
peligros de robo, para la conversión de los ladrones, pobres encarcelados,
ladrones encarcelados, de los comerciantes, de las mujeres solteras con deseos
de casarse, mujeres sin pareja, de los recién casados, de los estudiantes, los
escolares, de los farmacéuticos, de los peregrinos, los jueces, los
prestamistas, de los navegantes, de los viajeros, de los panaderos, de los tejedores,
de los barqueros.
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