¡Virgen
María, Madre de la Salud!
Tu Hijo divino te encargó
que fueras también Madre de todos los hombres.
Desde entonces, con admirable fidelidad,
has estado presente en la vida de la Iglesia
y de cada uno de sus hijos;
como ejemplar de todas las virtudes,
personales
y comunitarias;
como medianera nuestra ante Dios,
y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú
conoces nuestros sufrimientos y problemas,
nuestras infidelidades y caídas.
A ejemplo tuyo y con tu ayuda,
aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que,
en Cristo y por el Espíritu Santo
quiere salvarnos a través de las pruebas
y sufrimientos de la vida temporal,
hasta darnos la plenitud de su vida sin término.
Amén.
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