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domingo, 11 de noviembre de 2012

PADRENUESTRO DE SAN FRANCISCO DE ASIS



 




¡Santísimo Padre nuestro!,
creador, redentor, consolador y salvador nuestro!
 
Que estás en los cielos:
 
 en los ángeles y en los santos;
 iluminándolos para conocer,
 porque tú, Señor, eres la luz;
 inflamándolos para amar,
 porque tú, Señor, eres el amor;
 habitando en ellos y colmándolos para gozar,
 porque tú, Señor, eres el bien sumo,
 eterno, de quien todo bien procede,
 sin quien no hay bien alguno.
 
Santificado sea tu nombre:
 
 clarificada sea en nosotros tu noticia,
 para que conozcamos
 cuál es la anchura de tus beneficios,
 la largura de tus promesas,
 la altura de la majestad
 y la hondura de los juicios (Ef 3,18).
 
Venga a nosotros tu reino:
 
 para que reines tú en nosotros por la gracia
 y nos hagas llegar a tu reino,
 donde se halla la visión manifiesta de ti,
 el perfecto amor a ti, tu dichosa compañía,
 la fruición de ti por siempre.
 
Hágase tu voluntad, como en el cielo,
 también en la Tierra:
 
 para que te amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27),
 pensando siempre en ti;
 con toda el alma,
 deseándote siempre a ti;
 con toda la mente,
 dirigiendo todas nuestras intenciones a ti,
 buscando en todo tu honor;
 y con todas nuestras fuerzas,
 empleando todas nuestras energías
 y los sentidos del alma y del cuerpo
 en servicio, no de otra cosa, sino del amor a ti;
 Y para que amemos a nuestros prójimos
 como a nosotros mismos,
 atrayendo a todos,
 según podamos, a tu amor,
 alegrándonos de los bienes ajenos como de los nuestros
 y compadeciéndolos en los males
 y no ofendiendo a nadie (cf. 2 Cor 6,3).
 
El pan nuestro de cada día:
 
 tu amado Hijo,
 nuestro Señor Jesucristo, dánosle hoy:
 para que recordemos,
 comprendamos y veneremos el amor que nos tuvo
 y cuanto por nosotros dijo, hizo y padeció.
 
Y perdónanos nuestras deudas:

 por tu inefable misericordia,
 por la virtud de la pasión de tu amado Hijo
 y por los méritos e intercesión
 de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
 
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores:
 
 y lo que no perdonamos plenamente,
 haz tú, Señor, que plenamente lo perdonemos,
 para que por ti amemos de verdad a los enemigos
 y en favor de ellos intercedamos devotamente ante ti,
 no devolviendo a nadie mal por mal (cf. lTes 5,15),
 y para que procuremos ser en ti útiles en todo.
 
Y no nos dejes caer en tentación:

 oculta o manifiesta, imprevista o insistente.

Mas líbranos del mal:

pasado, presente y futuro.

 

 Amen.
 
 
 
 
 

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