¡Santísimo Padre nuestro!,
creador, redentor, consolador y salvador nuestro!
Que estás en los cielos:
en los
ángeles y en los santos;
iluminándolos para conocer,
porque tú,
Señor, eres la luz;
inflamándolos para amar,
porque tú, Señor,
eres el amor;
habitando en
ellos y colmándolos para gozar,
porque tú,
Señor, eres el bien sumo,
eterno, de
quien todo bien procede,
sin quien no
hay bien alguno.
Santificado sea tu nombre:
clarificada
sea en nosotros tu noticia,
para que
conozcamos
cuál es la
anchura de tus beneficios,
la largura
de tus promesas,
la altura de
la majestad
y la hondura
de los juicios (Ef 3,18).
Venga a nosotros tu reino:
para que
reines tú en nosotros por la gracia
y nos hagas
llegar a tu reino,
donde se halla
la visión manifiesta de ti,
el perfecto
amor a ti, tu dichosa compañía,
la fruición
de ti por siempre.
Hágase tu voluntad, como en el cielo,
también en
la Tierra:
para que te
amemos con todo el corazón (cf. Lc 10,27),
pensando
siempre en ti;
con toda el
alma,
deseándote
siempre a ti;
con toda la
mente,
dirigiendo
todas nuestras intenciones a ti,
buscando en
todo tu honor;
y con todas
nuestras fuerzas,
empleando
todas nuestras energías
y los
sentidos del alma y del cuerpo
en servicio,
no de otra cosa, sino del amor a ti;
Y para que
amemos a nuestros prójimos
como a
nosotros mismos,
atrayendo a
todos,
según
podamos, a tu amor,
alegrándonos
de los bienes ajenos como de los nuestros
y
compadeciéndolos en los males
y no
ofendiendo a nadie (cf. 2 Cor 6,3).
El pan nuestro de cada día:
tu amado
Hijo,
nuestro
Señor Jesucristo, dánosle hoy:
para que
recordemos,
comprendamos
y veneremos el amor que nos tuvo
y cuanto por
nosotros dijo, hizo y padeció.
Y perdónanos nuestras deudas:
por tu
inefable misericordia,
por la
virtud de la pasión de tu amado Hijo
y por los
méritos e intercesión
de la
beatísima Virgen y de todos tus elegidos.
Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores:
y lo que no
perdonamos plenamente,
haz tú,
Señor, que plenamente lo perdonemos,
para que por
ti amemos de verdad a los enemigos
y en favor
de ellos intercedamos devotamente ante ti,
no
devolviendo a nadie mal por mal (cf. lTes 5,15),
y para que
procuremos ser en ti útiles en todo.
Y no nos dejes caer en tentación:
oculta o
manifiesta, imprevista o insistente.
Mas líbranos del mal:
pasado, presente y futuro.
pasado, presente y futuro.
Amen.
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